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Fotógrafo

Iller Bedogni

FLAMENCO

Ser flamenco es tener otra carne, otra alma, otras pasiones, otra piel, otros instintos y deseos; es tener otra visión del mundo, con gran sentido; destino en la conciencia, música en los nervios, orgullo independiente, alegría con lágrimas; es dolor, vida y amor que oscurecen.
Ser flamenco es odiar la rutina y el método que castra; sumergirse en el cante, el vino, y los besos; transformar la vida caprichosa y libre en un arte sutil, sin aceptar las ataduras de la mediocridad; jugárselo todo en una apuesta; saborear, entregarse, sentir, ¡vivir!

Iller Bedogni

Recopilación:

Flamenco

Ser flamenco es tener otra carne, otra alma, otras pasiones, otra piel, otros instintos y deseos; es tener otra visión del mundo, con gran sentido; destino en la conciencia, música en los nervios, orgullo independiente, alegría con lágrimas; es dolor, vida y amor que oscurecen.
Ser flamenco es odiar la rutina y el método que castra; sumergirse en el cante, el vino, y los besos; transformar la vida caprichosa y libre en un arte sutil, sin aceptar las ataduras de la mediocridad; jugárselo todo en una apuesta; saborear, entregarse, sentir, ¡vivir!

Iller Bedogni

El FLAMENCO

Aún hoy, en los albores del siglo XXI, el pueblo gitano representa la principal fuente de la que puede extraerse información sobre el verdadero origen del flamenco. España podría definirse como una tierra que ya albergaba múltiples formas étnicas en la década de 1600, contribuyendo a la fusión de melodías y ritmos que los propios gitanos, a la vuelta de los siglos XVIII y XIX, se encargaron de dar forma para recrear una nueva identidad musical.

El flamenco surgió así de la fusión de ritmos moriscos, hispánicos, y africanos, en referencia a la población que aumentó en número debido al tráfico de esclavos hacia las colonias americanas, dando lugar a la música Amulatada (raíces africanas hispanizadas), y del folclore de las colonias españolas de ultramar con la música cubana, que nutrió a España con los ritmos y gestos de la Habanera (que influyó en el Tango Gitano), la Guajira y la Milonga, generando el conjunto de estilos conocido como “Ida y Vuelta”.

España no se siente humillada ante las innumerables influencias importadas, porque el pueblo gitano, que aún hoy constituye una parte sustancial de la sociedad española, representa la mano que ha sabido moldear lo musical en Andalucía. Por razones obvias, el flamenco encuentra su verdadera paternidad en los gitanos; su expresión refleja la condición de este pueblo nómada que, para alcanzar la igualdad dentro de la sociedad, se vio obligado a sacrificar su identidad. En el “cante jondo”, forma expresiva de la variante andaluza en España, encontramos el dolor específicamente gitano, en el que se engloban la alegría, la pena, la muerte, el amor… unidos en el “Duende”, de donde brotan: la inspiración para el arte, la gracia, y un misterioso encanto lleno de carisma, concentrados en la expresión del alma gitana.

Cuando el flamenco se convierte en un gran espectáculo, el reclamo gitano es reconocido y ovacionado. En los “Cafés”, actuaban artistas flamencos que compartían escenario con bailarines de la Escuela Bolera, lo que desencadenó una corriente de intercambios y préstamos de la que surgieron las primeras coreografías y características técnicas. Hoy, el flamenco puede reconocerse en los teatros como siempre nuevo, porque es capaz de dialogar e integrarse con las nuevas tendencias, como ocurrió con el Jazz, el Rock, la guitarra clásica y el Blues.
Por tanto, puede considerarse un arte que nace y evoluciona gracias a la “contaminación”.

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